lunes, 10 de noviembre de 2014

Homenaje a Paula Rayaces Frias

PAULA RAYACES FRÍAS.

El 31 de octubre del presente año, 2014, Paula Rayaces Frías, nuestra vecina Paula, nos dio su definitivo adiós.
Paula tenía 88 años. Nació en Antigüedad, otro próximo pueblo de cuyas tierras han venido a Reinoso varias personas que se han integrado en nuestras vidas como uno más de la familia. Tenía seis hermanos y estaba casada con Teodosio Martínez Gil, “Teo” para sus convecinos. De este matrimonio, le nacieron a Paula cinco hijos.
De Antigüedad heredó su gran amor a la Virgen de Garón y allí empezó su conocimiento sobre el mundo pastoril. Ya en Reinoso, trabajó fielmente, y durante 16 años, en la Finca de Barrio, junto al fiel Teo que sabía trazar surcos derechos en los campos de la misma labrantía. Transcurridos otros cinco años al servicio de los dueños de la palentina Joyería “Salamanca”, Paula sentó su domicilio en la calle de San Isidro, de Reinoso. Durante más de cuarenta años, Paula sería conocida por ser una mujer sonriente, agradable vecina del pueblo, enemiga de nadie, abierta a todos,  responsable cuidadora de los servicios públicos del pueblo. Lo mismo cuidaba de las llaves de la Iglesia o de las del cementerio que custodiaba el Centro Cultural o las luces de la casa cercana cuando el propietario de ésta las dejaba encendidas por olvido.

Sabía entusiasmarse con la belleza y el olor de las flores. Disfrutaba del horizonte castellano de los campos y saltaba con agilidad por la tersura de sus cerros. Conocidos eran sus paseos por la carretera que atraviesa el pueblo, acompañada de su sincera amiga Justina,  y abundantes sus vueltas circulares de puerta a puerta de su casa, después de haber atravesado los dos puentes vivos que enriquecen el paisaje de Reinoso.  Descubría el origen de las fuentes, sufría si alguna de ellas desaparecía por la violenta irrupción  de las máquinas excavadoras y defendía con tesón la limpieza de sus aguas. Era tierna con los animales: con sus perros familiares y con la blancura de las ovejas a las que trataba con respeto e, incluso, con mimo.
Paula era una mujer sencilla, pero no simple. Paula distinguía lo importante de lo superfluo. Paula era una persona sabia, porque sabía distinguir lo natural de lo artificial. Sabía afincarse en lo cotidiano y extraer el jugo encerrado en las cosas pequeñas.  Distinguía entre el pasado y el futuro, apretando el timón del presente. Con lo cual era capaz de dominar los recuerdos angustiosos y la ansiedad que bloquea la felicidad de un normal comportamiento, ajustado a una ética humana.
Por eso, resultó emocionante y aleccionadora  la multitudinaria asistencia a su entierro. Una vez más se comprueba que las buenas personas de nuestros pueblos castellanos saben premiar no sólo a quienes han vestido corbata y sombrero con dignidad, sino también y, sobre todo, a quienes han transportado a lo largo de sus largas vidas el básico valor de la honradez.
Gracias, Paula, por tu ejemplo.

Martín Rodríguez Rojo.

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